Isaías 57:1
Condenación de la idolatría de Israel
Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo.
Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo.
Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios.
Mas vosotros llegaos acá, hijos de la agorera, generación de adúltero y de fornicaria.
¿De quién os habéis mofado? ¿contra quién ensanchasteis la boca, y alargasteis la lengua? ¿No sois vosotros hijos rebeldes, simiente mentirosa,
Que os enfervorizáis con los ídolos debajo de todo árbol umbroso, que sacrificáis los hijos en los valles, debajo de los peñascos?
En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas son tu suerte; y a ellas derramaste libación, y ofreciste presente. ¿No habré de castigar estas cosas?
Sobre el monte alto y empinado pusiste tu cama: allí también subiste a hacer sacrificio.
Y tras la puerta y el umbral pusiste tu recuerdo: porque a otro que a mí te descubriste, y subiste, y ensanchaste tu cama, e hiciste con ellos alianza: amaste su cama donde quiera que la veías.
Y fuiste al rey con ungüento, y multiplicaste tus perfumes, y enviaste tus embajadores lejos, y te abatiste hasta el profundo.
En la multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste: No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te desalentaste.
¿Y de quién te asustaste y temiste, que has faltado a la fe, y no te has acordado de mí, ni te vino al pensamiento? ¿No he guardado silencio desde tiempos antiguos, y nunca me has temido?
Yo publicaré tu justicia y tus obras, que no te aprovecharán.
Cuando clames, que te libren tus ídolos; pero a todos ellos llevará el viento, un soplo los arrebatará; mas el que en mí confía tendrá la tierra por heredad, y poseerá mi santo monte.
Y dirá: Allanad, allanad; barred el camino, quitad los tropiezos del camino de mi pueblo.
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado.
Por la iniquidad de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón.
He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados;
produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré.
Mas los impíos son como la mar en tempestad, que no puede estarse quieta, y sus aguas arrojan cieno y lodo.
No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.