Marcos 4:1
Parábola del sembrador
Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.
Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
Oid: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Y aconteció sembrando, que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y la tragaron.
Y otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía la tierra profunda:
Mas salido el sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
Y otra parte cayó en espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dio fruto.
Y otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, que subió y creció: y llevó uno a treinta, y otro a sesenta, y otro a ciento.
Entonces les dijo: El que tiene oídos para oir, oiga.
Y cuando estuvo solo, le preguntaron los que estaban cerca de él con los doce, sobre la parábola.
Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;
Para que viendo, vean y no echen de ver; y oyendo, oigan y no entiendan: porque no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.
Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
El que siembra es el que siembra la palabra.
Y éstos son los de junto al camino: en los que la palabra es sembrada: mas después que la oyeron, luego viene Satanás, y quita la palabra que fue sembrada en sus corazones.
Y asimismo éstos son los que son sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, luego la toman con gozo;
pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
Y éstos son los que son sembrados entre espinas: los que oyen la palabra;
pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra, y la reciben, y hacen fruto, uno a treinta, otro a sesenta, y otro a ciento.
También les dijo: ¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni secreto que no haya de descubrirse.
Si alguno tiene oídos para oir, oiga.
Les dijo también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será añadido a vosotros los que oís.
Porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
Y cuando el fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada.
Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿o con qué parábola le compararemos?
Es como el grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las simientes que hay en la tierra;
Mas después de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra.
Y con muchas tales parábolas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oir.
Y sin parábola no les hablaba; mas a sus discípulos en particular declaraba todo.
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado.
Y despachando la multitud, le tomaron como estaba, en el barco; y había también con él otros barquitos.
Y se levantó una grande tempestad de viento, y echaba las olas en el barco, de tal manera que ya se henchía.
Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron, y le dicen: ¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos?
Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y la mar le obedecen?