Mateo 13:1
Parábola del sembrador
Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
Y se allegaron a él muchas gentes; y entrándose él en el barco, se sentó, y toda la gente estaba a la ribera.
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí el que sembraba salió a sembrar.
Y sembrando, parte de la simiente cayó junto al camino; y vinieron las aves, y la comieron.
Y parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra:
pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
Y parte cayó en espinas; y las espinas crecieron, y la ahogaron.
Y parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta.
Quien tiene oídos para oir, oiga.
Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.
Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no miraréis.
Porque el corazón de este pueblo está engrosado, Y de los oídos oyen pesadamente, Y de sus ojos guiñan: Para que no vean de los ojos, Y oigan de los oídos, Y del corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane.
Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron: y oir lo que oís, y no lo oyeron.
Oid, pues, vosotros la parábola del que siembra:
Oyendo cualquiera la palabra del reino, y no entendiéndola, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino.
Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y luego la recibe con gozo.
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y el que lleva fruto: y lleva uno a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta.
Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
Mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fué.
Y como la hierba salió e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña.
Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿de dónde, pues, tiene cizaña?
Y él les dijo: Un hombre enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?
Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que tomándolo alguno lo sembró en su campo:
el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudo.
Todo esto habló Jesús por parábolas a las gentes, y sin parábolas no les hablaba:
para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.
Entonces, despedidas las gentes, Jesús se vino a casa; y llegándose a él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
Y respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre;
Y el campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;
Y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
De manera que como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en el fin de este siglo.
Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y los que hacen iniquidad,
Y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre: el que tiene oídos para oir, oiga.
Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
También el reino de los cielos es semejante al hombre tratante, que busca buenas perlas;
Que hallando una preciosa perla, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Asimismo el reino de los cielos es semejante a la red, que echada en la mar, coge de todas suertes de peces:
La cual estando llena, la sacaron a la orilla; y sentados, cogieron lo bueno en vasos, y lo malo echaron fuera.
Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos,
Y los echarán en el horno del fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.
Díceles Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos responden: Sí, Señor.
Y él les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.
Y aconteció que acabando Jesús estas parábolas, pasó de allí.
Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿no se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo y José, y Simón, y Judas?
¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?
Y se escandalizaban en él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su tierra y en su casa.
Y no hizo allí muchas maravillas, a causa de la incredulidad de ellos.