Proverbios 8:1
Excelencia y eternidad de la Sabiduría
¿No clama la sabiduría, Y da su voz la inteligencia?
¿No clama la sabiduría, Y da su voz la inteligencia?
En las alturas junto al camino, A las encrucijadas de las veredas se para;
En el lugar de las puertas, a la entrada de la ciudad, A la entrada de las puertas da voces:
Oh hombres, a vosotros clamo; Y mi voz es a los hijos de los hombres.
Entended, simples, discreción; Y vosotros, locos, entrad en cordura.
Oid, porque hablaré cosas excelentes; Y abriré mis labios para cosas rectas.
Porque mi boca hablará verdad, Y la impiedad abominan mis labios.
En justicia son todas las razones de mi boca; No hay en ellas cosa perversa ni torcida.
Todas ellas son rectas al que entiende, Y razonables a los que han hallado sabiduría.
Recibid mi enseñanza, y no plata; Y ciencia antes que el oro escogido.
Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; Y todas las cosas que se pueden desear, no son de comparar con ella.
Yo, la sabiduría, habito con la discreción, Y hallo la ciencia de los consejos.
El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, y el mal camino Y la boca perversa, aborrezco.
Conmigo está el consejo y el ser; Yo soy la inteligencia; mía es la fortaleza.
Por mí reinan los reyes, Y los príncipes determinan justicia.
Por mí dominan los príncipes, Y todos los gobernadores juzgan la tierra.
Yo amo a los que me aman; Y me hallan los que madrugando me buscan.
Las riquezas y la honra están conmigo; Sólidas riquezas, y justicia.
Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; Y mi rédito mejor que la plata escogida.
Por vereda de justicia guiaré, Por en medio de sendas de juicio;
Para hacer que los que me aman tengan su heredad, Y que yo llene sus tesoros.
Jehová me poseía en el principio de su camino, Ya de antiguo, antes de sus obras.
Eternamente tuve el principado, desde el principio, Antes de la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada; Antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas.
Antes que los montes fuesen fundados, Antes de los collados, era yo engendrada:
No había aún hecho la tierra, ni las campiñas, Ni el principio del polvo del mundo.
Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; Cuando señalaba por compás la sobrefaz del abismo;
Cuando afirmaba los cielos arriba, Cuando afirmaba las fuentes del abismo;
Cuando ponía a la mar su estatuto, Y a las aguas, que no pasasen su mandamiento; Cuando establecía los fundamentos de la tierra;
Con él estaba yo ordenándolo todo; Y fui su delicia todos los días, Teniendo solaz delante de él en todo tiempo.
Me regocijo en la parte habitable de su tierra; Y mis delicias son con los hijos de los hombres.
Ahora pues, hijos, oidme: Y bienaventurados los que guardaren mis caminos.
Atended el consejo, y sed sabios, Y no lo menospreciéis.
Bienaventurado el hombre que me oye, Velando a mis puertas cada día, Guardando los umbrales de mis entradas.
Porque el que me hallare, hallará la vida, Y alcanzará el favor de Jehová.
Mas el que peca contra mí, defrauda su alma: Todos los que me aborrecen, aman la muerte.